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EN DIOS NO HAY INJUSTICIA

Viernes 15 de Marzo / 2019

 


Miqueas proclama juicio contra Samaria. Diciendo: El Señor «camina sobre las alturas de la tierra». Estos lugares elevados constituían la ubicación de la adoración a los ídolos. En esos días de Miqueas, Samaria y Jerusalén eran ciudades corruptas y Dios iba a juzgarlas.

Aquí tenemos una dramática descripción del futuro de Samaria; una ciudad convertida en un montón de ruinas y en un campo arado para viñedos: “todas sus estatuas serán despedazadas». Si alguien buscara en medio de aquellas ruinas alguna estatua o preguntara a algún guía por imágenes señales de idolatría, recibiría una respuesta negativa: “todos sus dones serán quemados en el fuego»; y estos dones se referían a vasos muy valiosos que habían sido entregados a los templos paganos: «porque con salarios de prostitutas los juntó, y salarios de prostitución volverán a ser». El sexo estaba presente en la esencia de estos ritos idólatras.


Miqueas continuó diciendo: «haré aullido como de chacales». Si usted ha escuchado a un lobo, una hiena o a algún animal salvaje aullando durante la noche, seguramente no habrá olvidado esos terribles sonidos. Miqueas continuó diciendo: «Y lamento como de avestruces». Ahora, el avestruz produce un sonido muy plañidero, que se parece mucho a un lamento. Su llaga sería dolorosa, la nación había sobrepasado una línea invisible, un punto de «no retorno». Si un individuo o una nación sobrepasan esa línea, no hay posibilidad de reclamaciones. No es porque Dios no sea misericordioso y lleno de gracia, sino que esa nación o personas están inclinados a pecar y han hecho oídos sordos a Dios por tanto tiempo que, ya no queda otra posibilidad que el juicio. La herida ya es incurable; ellos ya no podrán escuchar a Dios.


Decidir por una vida separada de Dios, es hacer un compromiso con el pecado, lo que conlleva castigo y muerte.

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