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Lecturas del 26- 30 de Julio


LUNES 26 DE JULIO


NO PODEMOS PERDER AL FINAL

• Mateo 27: 65 •



Cuando Jesús estaba muerto y enterrado, con una gran roca que fuera rodada contra la tumba, los fariseos le pidieron permiso a Pilato para sellar la roca y cuidar la tumba.


Hicieron lo más que pudieron... en vano.


Era inútil entonces, es inútil hoy día y siempre será inútil. No importa cuánto traten de hacer, nadie podrá mantener a Jesús derrocado. No lo podrán mantener enterrado.


No es difícil darse cuenta: Él puede salir porque no fue forzado a entrar. Él mismo se dejó difamar y acosar y votar en su contra y despreciar y patear y matar.


Yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo

(Juan 10: 17-18).


Nadie puede mantenerlo caído porque nadie jamás lo tumbó. Él dio su vida cuando estaba listo.

Cuando parece que estará enterrado para siempre, Jesús está haciendo algo maravilloso en la oscuridad. «El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe»

(Marcos 4: 26-27).


El mundo cree que Jesús ya no está —que está fuera del camino— pero Jesús está trabajando en los lugares donde hay oscuridad. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Juan 12:24). Él se dejó enterrar —«Nadie me quita la vida»— y vendrá en poder cuando a él le plazca —«tengo autoridad para tomarla de nuevo»—.


«…a quien Dios resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ella» (Hechos 2: 24). Jesús tiene su sacerdocio hoy día «según el poder de una vida indestructible» (Hebreos 7: 16).


Durante veinte siglos, el mundo ha hecho lo imposible —en vano—. No lo pueden enterrar. No lo pueden controlar. No lo pueden callar o limitar. Jesús está vivo y totalmente libre para ir y venir adonde le plazca.


Confiemos en él y vayamos con él, sin importar adónde. No podemos perder al final.



 

MARTES 27 DE JULIO


TRABAJAMOS POR GRACIA

• 1 Corintios 15: 10 •


Pablo se dio cuenta que la primera parte de este versículo podría malinterpretarse. Por eso continuó diciendo: «aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí».


Este pasaje no dice que Pablo obedece a Cristo como agradecimiento por la gracia que recibió en el pasado. Dice que, en todo momento, la gracia venidera de Dios capacitó a Pablo para hacer su trabajo.


¿Realmente dice eso? ¿Acaso no dice simplemente que la gracia de Dios trabajó con Pablo? No, dice más que eso. Tenemos que aceptar lo que las palabras «aunque no yo» significan. Pablo quería exaltar la gracia de Dios que recibía momento tras momento, de tal manera que quedara claro que no era él mismo quien en última instancia realizaba el trabajo.

Aun así, él tiene parte en el trabajo: «he trabajado mucho más que todos ellos». Él trabajó, pero dijo que fue por la gracia de Dios para con él.


Si tenemos en consideración todas las partes del versículo, el resultado final es el siguiente: la gracia es el ejecutor decisivo en la obra de Pablo. Como Pablo también es partícipe de su trabajo, la manera en que la gracia se convierte en el ejecutor decisivo es convirtiéndose en el poder que capacita a Pablo para hacer su trabajo.


Por esto entiendo que, mientras Pablo enfrentaba la carga diaria del ministerio, agachaba la cabeza y confesaba que a menos que le fuera otorgada gracia venidera para el trabajo de ese día, él no sería capaz de realizarlo.

Él recordaba las palabras de Jesús: «separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5). Por eso oraba pidiendo gracia venidera para cada día y confiaba en la promesa de que esa gracia vendría con poder. «Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).


Luego él trabajaba con todas sus fuerzas.



 

MIÉRCOLES 28 DE JULIO


ENERGÍA PARA LOS QUEHACERES DE HOY

• Filipenses 2: 12-13 •


Dios es el actor decisivo aquí. Él obra tanto el querer como el hacer para su beneplácito. Pero creer esto no hace que los cristianos sean pasivos, sino que los llena de esperanza y los vuelve vigorosos y valientes.


Cada día hay trabajo que hacer en nuestro ministerio específico. Pablo nos manda trabajar en ello, pero nos dice cómo hacerlo en el poder de la gracia venidera: creer en la promesa de que este día Dios estará obrando en nosotros el querer y el hacer para su beneplácito.

Es Dios mismo, en su gracia llegando a cada momento, quien trae el futuro al presente. Pablo no hace hincapié en la gratitud por la gracia pasada para explicar cómo ha «trabajado mucho más que todos ellos». Es gracia nueva para cada nueva conquista de su labor misionera.


El poder de la gracia venidera es el poder del Cristo vivo —siempre listo para obrar en nosotros en cada momento futuro al que entramos—. Por lo tanto, cuando Pablo describe los efectos de la gracia de Dios en él, dice: «no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, en palabra y en obra» (Romanos 15: 18).


Entonces, dado que no se atrevía a hablar de nada sino de lo que Cristo había hecho a través de su ministerio, pero aun así hablaba de lo que la gracia había hecho a través de su ministerio (1 Corintios 15: 10), esto debe significar que el poder de la gracia es el poder de Cristo.

Por lo tanto, el poder que necesitamos para el ministerio de mañana es la gracia venidera del Cristo omnipotente, quien siempre estará allí para nosotros —listo para obrar el querer y el hacer para su beneplácito—.



 

JUEVES 29 DE JULIO


EL VINO DEL GRAN REY

• Hebreos 4: 15 •



Nunca he escuchado a nadie decir: «Las lecciones verdaderamente profundas en mi vida las aprendí en tiempos de comodidad y vida fácil». Pero sí he escuchado a grandes santos decir: «Cada avance importante que alguna vez haya tenido en entender el insondable amor de Dios y en crecimiento profundo con él, ha sido a través del sufrimiento».

Esta es una verdad bíblica que debemos considerar seriamente. Por ejemplo: «por quien [Cristo] lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo»

(Filipenses 3:8). Parafraseado: No hay ganancia sin dolor. O también:

Que todo sea sacrificado ahora, si eso me dará más de Cristo.


Aquí hay otro ejemplo: «Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció»

(Hebreos 5:8). El mismo libro dice que él nunca pecó (Hebreos 4:15).

Entonces, aprender obediencia no significa pasar de desobediencia a obediencia. Significa crecer de manera más y más profunda con Dios en nuestra experiencia de obediencia. Implica experimentar la profundidad de la sumisión a Dios que de otra manera no habría sido requerida. Esto es lo que vino a través del sufrimiento. No hay ganancia sin dolor.


Samuel Rutherford dijo que cuando él fue echado a las cavas de la aflicción, se acordó de que el gran rey siempre guardaba su vino en ese lugar. Charles Spurgeon dijo: «Aquellos que se sumergen en el mar de la aflicción consiguen perlas excepcionales».


¿No queremos más a nuestro amado cuando sentimos un dolor extraño que nos hace pensar que tenemos cáncer? Ciertamente, somos criaturas extrañas. Si tenemos salud y paz y tiempo para amar, es algo apresurado y escaso. Pero si nos estamos muriendo, el amor es profundo, un río lento de gozo inexpresable, y prácticamente no podemos dejarlo.


Por lo tanto: «Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas»

(Santiago 1:2).



 

VIERNES 30 DE JULIO


LA GRACIA DE DIOS EN LOS DONES ESPIRITUALES

• 1 Pedro 4: 10 •



La gracia venidera es gracia «multiforme». Viene en diferentes colores, formas y tamaños. Esa es una de las razones por las que los dones espirituales en el cuerpo son tan diversos. El prisma de la vida de ustedes refractará uno de los colores de la gracia que nunca saldrá de mi prisma.


Hay tantas gracias por venir como las hay necesidades en el cuerpo de Cristo, y más aún. El propósito de los dones espirituales es recibir y proporcionar la gracia venidera de Dios para suplir esas necesidades.


Pero alguien podría preguntarse: « ¿Por qué citar la carta de Pedro para referirse a la gracia venidera? ¿Acaso no maneja un mayordomo una casa que ya tiene en mano?».

La razón principal por la que cito a Pedro para referirme a la gracia venidera es que el versículo que sigue ilustra cómo ocurre esto, y se refiere al suministro continuo de gracia venidera: «el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo»

(1 Pedro 4:11).


Cuando utilicemos nuestros dones espirituales para servir a alguien el día de mañana, estaremos sirviendo «por la fortaleza que Dios da» mañana. La palabra es da, no dio.


Dios continúa, día a día, momento a momento, supliendo el «poder» en el cual ministramos.

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