LUNES 1 DE NOVIEMBRE
HAY FUTURO DESPUÉS DE LOS FRACASOS
• 1 Samuel 12: 20-21 •
Los israelitas tuvieron temor y arrepentimiento cuando se dieron cuenta de que habían pecado al exigirle a Samuel que les diera un rey. Pero luego llegaron las buenas noticias: «No temáis; aunque vosotros habéis hecho todo este mal, no os apartéis de seguir al Señor, sino servid al Señor con todo vuestro corazón. No os debéis apartar, porque entonces iríais tras vanidades que ni aprovechan ni libran, pues son vanidades»
(1 Samuel 12:20-21).
Este es el evangelio: a pesar de que han pecado grandemente y de que han deshonrado terriblemente al Señor, a pesar de que ahora tienen un rey que fue pecado obtener, a pesar de que ese pecado no se puede deshacer, ni se pueden evitar las dolorosas consecuencias que han de venir, aun así hay futuro y esperanza.
¡No teman! ¡No teman!
Luego en el versículo 22 llega el gran fundamento del evangelio: «Porque el Señor, a causa de su gran nombre, no desamparará a su pueblo, pues el Señor se ha complacido en haceros pueblo suyo».
MARTES 2 DE NOVIEMBRE
TEMOR DE APARTARSE
• Salmos 31: 19 •
Consideremos dos verdades importantes que presenta
Salmos 31:19.
1. La bondad del Señor
Existe una bondad peculiar de Dios. Es decir, no solo una bondad general de Dios, que él muestra a todo ser humano al hacer salir el sol sobre malos y buenos (Mateo 5: 45), sino que también hay una bondad peculiar para «los que le temen».
Esta bondad es de una abundancia sin medida. No tiene límite, jamás se acaba, lo abarca todo. Hay solo bondad para los que le temen. Todo obra para su bien. Incluso las tribulaciones están llenas de ganancia (Romanos 5: 3-5).
Pero aquellos que no le temen reciben una misericordia temporal —una misericordia que no conduce al arrepentimiento, sino a una peor destrucción— (Romanos 2: 4).
2. El temor del Señor
El temor del Señor es el temor de apartarse de él. Por lo tanto se expresa cuando buscamos refugio en él. Por eso, en Salmos 31: 19 se menciona dos condiciones: temer al Señor y refugiarse en él.
Parece que fueran opuestos El temor parece que nos alejara de él mientras que refugiarse parece que nos acercara. Sin embargo, cuando entendemos que este temor es el temor de no estar en su cercanía, entonces ambas condiciones obran juntas.
Existe un temblor real para los santos. «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor» (Filipenses 2: 12). Pero se trata del temblor que uno siente al estar entre los brazos del Padre que acaba de salvar a su hijo de las corrientes profundas del océano.
MIÉRCOLES 3 DE NOVIEMBRE
LA CLAVE DEL AMOR RADICAL
• Mateo 5: 11-12 •
Una de las preguntas que formulé hace poco, cuando predicaba acerca de amar a nuestros enemigos basado en Mateo 5: 44, fue la siguiente: ¿Cómo hace uno para amar a quien lo secuestra y asesina?
¿Cómo se logra esto? ¿De dónde viene el poder para amar de esa forma? Solo pensemos en lo asombroso que resulta ver algo así en la vida real. ¿Hay algo que pueda mostrar el poder, la verdad y la realidad de Cristo mejor que esto.
Jesús presenta en el mismo capítulo la clave de este amor radical y de entrega personal.
En Mateo 5: 11-12, Jesús vuelve a hablar de la persecución. Lo notable de este pasaje es que Jesús dice que no solo somos capaces de soportar el maltrato de nuestros enemigos, sino que también podemos regocijarnos en estas circunstancias. Esto parece estar fuera de nuestro alcance. Si pudiéramos hacerlo—si pudiéramos regocijarnos en la persecución— entonces sería posible amar a nuestros enemigos. Si el milagro de gozarnos en medio del horror de la injusticia, del dolor y de las pérdidas sucediera, entonces también podría ocurrir el milagro de amar a quienes nos causan el sufrimiento.
Jesús da la clave para el gozo en estos versículos: «Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande». La clave para el gozo es la fe en la gracia venidera de Dios: «vuestra recompensa en los cielos es grande». Creo que este gozo es el poder que nos hace libres para amar a nuestros enemigos cuando nos persiguen. Si eso es cierto, entonces el mandamiento de amar equivale a poner nuestra mente en las cosas de arriba y no en las de la tierra (Colosenses 3: 2).
El mandamiento de amar a nuestros enemigos se traduce en hallar nuestra esperanza y satisfacción en Dios y en su gran galardón: su gracia venidera. La clave del amor radical es la fe en la gracia por venir. En medio de la agonía debemos persuadirnos de que el amor de Dios es «mejor que la vida» (Salmos 63: 3). El amor hacia los enemigos no nos da la recompensa del cielo. Atesorar la recompensa del cielo es lo que nos da poder para amar a nuestros enemigos.
JUEVES 4 DE NOVIEMBRE
CINCO MOTIVOS PARA NO TEMER
• Lucas 12: 32 •
El motivo por el cual Dios quiere que no tengamos miedo respecto del dinero y los bienes materiales es que de este modo podemos magnificar cinco grandes aspectos acerca de él.
Primero, el hecho de que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como nuestro Pastor: «No temáis, manada pequeña». Nosotros somos la manada y él es nuestro Pastor. Si él es nuestro Pastor, entonces se cumple el Salmo 23: «El Señor es mi pastor; nada me faltará», es decir, no me faltará nada que realmente necesite.
Segundo, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como nuestro Padre. «A vuestro Padre le ha placido daros el reino». No solo somos su manada pequeña, también somos sus hijos y él es nuestro Padre. En verdad él tiene cuidado de nosotros, sabe bien qué necesitamos y se asegurará de que no nos falte nada de lo que necesitamos.
Tercero, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como Rey. Él puede darnos el «reino» porque él es el Rey. Esto implica que aquel que provee según nuestras necesidades tiene un enorme poder. El término «Pastor» tiene la connotación de protección y provisión; «Padre» implica amor, ternura, autoridad, provisión y guía; y «Rey» connota poder, soberanía y riqueza.
Cuarto, el que no temamos demuestra lo generoso que es Dios. Tengamos en cuenta que él da el reino. No lo vende ni lo alquila. Es infinitamente rico y no necesita ningún pago de nuestra parte. Por lo tanto, Dios es generoso y comparte libremente sus bienes. Es esto lo que magnificamos de él cuando, en lugar de temer, confiamos en que él suplirá nuestras necesidades.
Por último, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como persona feliz. A él le «place» darnos el reino. Quiere hacerlo y se deleita en ello. No todos nosotros hemos tenido padres así, a quienes los hacía más felices dar que recibir. Sin embargo, esto no es importante, ya que ahora tenemos esa clase de Padre, Pastor y Rey.
Por consiguiente, el mensaje de este versículo es que debemos atesorar a Dios como nuestro Pastor y Padre y Rey que se complace en darnos generosamente su reino: el cielo, vida eterna y gozo, y todo lo que necesitemos para llegar ahí.
Si atesoramos a Dios de esta manera, no tendremos miedo y él será glorificado.
VIERNES 5 DE NOVIEMBRE
PROCUREMOS EL BIENESTAR DE NUESTRA CIUDAD
• Jeremías 29: 4-7 •
Si esto era cierto para los desterrados de Dios en Babilonia, cuánto más cierto será para los exiliados cristianos de este mundo «babilónico». ¿Qué se supone que hagamos entonces?
Debemos hacer las tareas ordinarias que hacen falta llevar a cabo: edificar casas, vivir en ellas, plantar huertos. Nada de esto nos contamina si uno lo hace para el verdadero Rey y no solo para que los demás lo vean, como hacen los que quieren agradar a los hombres.
Procuremos el bienestar del lugar adonde Dios nos envió. Pensemos que somos enviados de Dios a ese lugar, porque en verdad lo somos.
Oremos al Señor por nuestra ciudad. Pidamos que cosas grandes y buenas sucedan ahí. Es evidente que Dios no es indiferente respecto al bienestar de ese lugar. Una razón para creerlo es que, en el bienestar de la ciudad, su pueblo también halla bienestar.
Esto no significa que debemos dejar de vivir como exiliados. De hecho, le hacemos más bien a este mundo al mantenernos libres de sus atracciones y deseos, perseverando en nuestra posición. Servimos más a nuestra ciudad tomando nuestros valores de la ciudad «que está por venir» (Hebreos 13: 14). Le hacemos el mayor bien cuando llamamos a tantos ciudadanos como nos sea posible a convertirse en ciudadanos de «la Jerusalén de arriba»
(Gálatas 4: 26).
Vivamos de un modo que haga que los habitantes de nuestra ciudad deseen conocer a nuestro Rey.
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