Jueves 28 de Marzo / 2019
Juan 14: 1-14
“Señor, no sabemos a dónde vas: ¿cómo, pues podemos saber el camino?”
El invisible camino a la vida eterna, es seguro, tan seguro como la confianza que se tenga en el Señor Dios, quien ya ha preparado este camino: Sólo falta… resolver tu voluntad de creer.
Esta despedida que conmociona a los discípulos, anuncia un nuevo estado por parte de Jesús, consolándolos para que sus corazones no se turben, pues partirá para prepararles un lugar en el hogar del Padre. No un lugar geográfico, sino un estado. Jesús estimula a muchos, dirigiéndose a un "Padre" preparado para recibirlos. Así, Jesús revela el estado final de los creyentes, como un espacio de intimidad, afecto e inclusión.
A la pregunta de Tomás ("no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?), responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”, revelando que: Él es el Camino, la senda hacia la casa del Padre, Él es la verdad que hace realidad las promesas de Dios y une su vida a la nuestra ahora y eternamente. La vida cristiana implica un proceso, un recorrido, en el cual Dios acompaña directamente nuestro caminar.
Luego responde en forma radical a Felipe: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre"; Jesús es la imagen tangible del Dios invisible, presente en las obras y palabras de Jesús y aunque la pregunta de Felipe muestra que esto no es perceptible por un observador normal, Jesús le enseña a "ver" de una manera diferente, a descubrir la presencia de Dios en lo aparentemente mundano y humano.
Finalmente, una promesa: en el camino los discípulos gozarán de la ayuda y presencia de Jesús. Ya no hay razón para temer, quien confía en Jesús también realizará sus obras.
"Si algo pidieres en mi nombre, yo lo haré."