1 Crónicas 19:1-18
Estos amonitas eran enemigos constantes de Israel, alcanzaron su más grande fortaleza en los días de los jueces. Pero David fue el primer líder militar de Israel que los presionó. Entonces después de muerto el rey amonita, gobernó su hijo Hanún, quien interpretó mal las intenciones de David, debido a que exageró sus sospechas, trajo desastre sobre sí mismo.
Es posible que experiencias pasadas nos vuelvan desconfiados hacia los demás, haciéndonos cuestionar cada movimiento y suponer segundas intenciones en sus motivaciones. Sin embargo, si bien debemos ser cautelosos y sabios cuando tratamos con otros, no debemos imaginar que cada acción es malintencionada.
Los judíos siempre llevaban barbas. El ser afeitados por la fuerza era una deshonra para un judío, pero a estos hombres también se les dejó medio desnudos. Las acciones de Hanún humillaron a estos hombres e insultaron a Israel.
En lugar de admitir su error y buscar perdón y reconciliación, Hanún gastó una gran suma de dinero para cubrir su falta. Pagó un alto precio por esta acción.
A menudo nos cuesta más cubrir un error que admitirlo con sinceridad. En lugar de agravar un error poniéndose a la defensiva, busque el perdón y la reconciliación tan pronto como se dé cuenta de él. Se ahorrará, a sí mismo y a los demás, mucho sufrimiento y problemas. Recordemos que estamos aquí viendo el punto de vista de Dios sobre la situación y Él puso bien en claro que David quería la paz con los amonitas y no luchar contra ellos. Realmente, vivimos en un mundo brutal y cruel, en días de permisividad y de falta de respeto a las leyes. Quizá nos digan que la sociedad está enferma; pero el problema, es individual. El problema es más bien personal.
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